Francisco Rodríguez
Hace todavía cuatro o quizá cinco décadas, los líderes sindicales de las ramas industriales que lograban hacer funcionar al sistema, sostenían que los corruptos eran los hombres, no las instituciones. Que éstas habían sido construidas para ser aceptadas y obedecidas, en beneficio de todos, en mayor medida, de los desvalidos.
Copia y pega esta URL en tu sitio WordPress para incrustarlo
Copia y pega este código en tu sitio para incrustarlo